12 oct 2007

Solo. En esta soledad que desconozco, sintiendo la esperanza vaga y reluciente de volver a esos tus brazos pálidos y frágiles… mi refugio noche tras noche.
Desconcertado, huyendo de todo lo demás.
Eras mi refugio, y hoy, ausente de tu cinismo siento que ya nos soy lo mismo y vuelvo a buscarte. Como el sol tras la luna. Sol falso, día tras día y no se alcanzan, y no se dan cuenta que no se alcanzan y avanzan juntos pero siguen solos. Siempre solos, en una soledad que desconozco.
Y me ahogo entre las palabras que no alcanzan el viento para llegar a ti. Y se caen.
Porque han de caerse todas las cosas pesadas de amor, y he de recogerlas del suelo y apartarlas de mis huellas, para no confundir mí camino de regreso.
Susurrando alegremente a la noche, la tempestad inerte que viene a deshacer de mi una cascada inmensa de buenos milagros e intentar hacerme creer en lo que no veo... por la pesadumbre de estar a tu antojo.
Rayos que atraviesan la corona de espinas de sentirme contigo. Aprisionado en un consuelo de esperar por siempre convertirte en ángel... ¡vil humano! Como tantos otros. Todos nosotros. Ángel tu y hacerte única. Y vivir de ti, contigo y todo. Descubrir tu beso celestial ya merecido y enterrar al fondo de mi corazón deshecho, la razón absurda de no sentir lo que no veo y refugiarme en ti como un sol verdadero y despedirme de esta soledad que no deseo.